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Abrió sus ojos y lo máximo que llegó a otear desde arriba fueron unos pies diminutos y bien moldeados, formados por cinco deditos que se movían de forma curiosa constantemente. Unos pies del tamaño de la palma de unas manos no demasiado grandes, las cuales estaban deseando acariciarlos, pues era evidente que estos dos figurantes estaban hechos del material más sensible y sedoso del universo. Pero de repente algo cambió en su rostro, ya que con su presente sorpresa y admiración no había podido pensar en un factor vital que, como para todos, se apoderaría de los dulces pies: el paso del tiempo. Sabía que al tiempo no se le podía convencer con una simple golosina, o colocar panza arriba con unas cuantas rasquiñas, o invitar a una copa para descansar durante un tiempo. En definitiva, al tiempo no se le podía doblegar, y esos diminutos pies crecerían, incapaces de volar al País de Nunca Jamás, y se agrietarían, perdiendo toda la gracia del momento. Se convertirían en unos pies independientes que golpearían balones por su propio camino y que pisarían con fuerza los obstáculos que se presentaran. Se convertirían en unos pies que miedicas y cobardes. Pero bueno, al fin y al cabo unos pies maduros eran unos pies con experiencia, y eso quizá es lo que los hace tan especiales.
Eran sus propios pies...
Feliz año nuevo a todos
- Noelia -