7 de mayo de 2006

El bosque y la casita III

- ¿Sigues aquí? ¿Dónde estás?
(...)
- Vamos, es hora de volver, ¿Me escuchas?
(...)

Un paso más y el pequeño se situó en el interior de la vivienda produciéndose en la atmósfera una niebla de polvo
tras la caída del gran portón.
Con gran cuidado fue colocando sus pies en los espacios
donde podía divisar un poco de estabilidad,
pero el crujir de las maderas no le propiciaban ninguna tranquilidad.
Un pie aquí, otro un poco más a la derecha;
un claro tras una butaca antigua, al fondo una pared;
dispuesto a posar el pie izquierdo y llegar a rozar la pared,
escuchó cómo un pequeño silbido provenía del bosque, así que, imaginando que era su hermano,
corrió por toda la vivienda al encuentro del muchacho.
Salió de la casa y echó a correr
por entre aquellos grandes guardianes del bosque,
intentando localizar de dónde provenía aquel silbido,
pero cuando llegó al corazón del bosque,
aquel sonido delatador había desaparecido por completo.
Paseó y paseó intentando encontrar al visitante extraviado
para que intentara ayudarlo,
pero lo único que llegó a otear fue un horizonte lleno de árboles envueltos en un silencio que empezaba a ser molesto para nuestro pequeño personajillo.
¿Qué haría ahora? Sólo tenía una opción,
refugiarse en el antiguo caserón y esperar a que pasara la noche,
pues en medio de la oscuridad poco más podía hacer.
El pequeño dio media vuelta totalmente resignado
ante la situación en la que se encontraba, comenzando a sentirse asustado y enfadado con su hermano.
Desde luego que no le dolió vendarse los ojos,
¡el juego le estaba costando un poco más caro!
Así pues, cambió de nuevo su rumbo hacia la casa,
parándose antes de llegar y observándola de lejos.
La verdad es que desprendía cierto misterio
aquel trozo de madera añejo.
Una vieja vela a punto de agotarse fue la única iluminación que pudo obtener para ubicarse en el interior de la casa, dejando paso a una penumbra estremecedora en la cual permaneció toda la noche, compartiéndola con los seres que paseaban en la oscuridad.
Algo extraño volvió a sonar, pero esta vez el causante de esto fue delatado por una luz dorada que procedía de su ser. El pequeño asustado retrocedió sin poder fijar la vista más allá de los que parecían ser los pies del ser iluminado, temblando sin poder evitarlo por aquel suceso tan inesperado.

- Levanta la vista pequeño, nadie te hará daño.

Pero el pequeño se vio absolutamente bloqueado ante la tenebrosa y potente voz que procedía de esa luz tan cálida y serena. Esa voz...

- Vamos, obedéceme pequeño.

Poco a poco nuestro personaje se fue acostumbrando a los destellos de luz y fue observando cada detalle de aquel ser tan minúsculo que no medía más de medio metro, con unos pies enormemente desproporcionados a su pequeño cuerpo; pelo alborotado lleno de hojas y unas gigantescas orejas que crecían tras un rostro infantil y reconocible...

- Noelia -

1 comentario:

Anónimo dijo...

la tercera parte ya! muy bien, entre todas las otras "historias" introduces un cuento por capitulos, vas mejorando muxaxa. NO estas nominada para la expulsion. ;)