29 de noviembre de 2006

Tarde de otoño


"Se sentó en el suelo y poco a poco fue tumbándose hasta sentir el olor de tierra mojada, mezclando sus dedos entre las hojas caídas fruto del placentero otoño. Su cuerpo levitaba ante el estupor de los árboles, y sus ojos empezaron a cerrarse a la misma vez que los rayos del sol invadían su mente, inscritos en la retina del destino. Telarañas comenzaron a envolver sus piernas, aprisionándolas entre raices, penetrando la tierra y floreciendo de vida. Cuando se levantó, no pudo ver más que la silueta de su alma impregnando el fértil bosque..."
- Noelia -

6 comentarios:

la-de-marbella dijo...

La naturaleza recarga las pilas del alma. Solo hay que tener paciencia y saber oir con los sentidos. Tu lo has captado perfectamente. Saludos cariñosos

Anónimo dijo...

no es por fastidiar....pero esta tumbada sobre madera en la foto! Ayyy antoniaa, a ver si la daltónica vas a ser tu:P. Es broma...me callo ya que si no estropeo el ambiente poetico que se impregna por aqui. Baja!! Muack!

Noelia dijo...

Llevas razón Viv, pero es que la colgué pensando que era otra. Igualmente es bonita así que se queda puesta! Besos a las dos

Arthur dijo...

Buenas Noelia, es la primera vez que entro a leer un post tuyo (ó no?).

Que paz tan verdadera se transmite a veces cuando se está en contacto con la naturaleza. Hay veces que hace falta dejar por un momento el ruido, el smog, el tráfico y las luces nocturnas de la cuidad. Vale la pena.

Abrazotes, besotes y saludotes.

Sweet Dreams, de todo Corazón:
Arthur

Noelia dijo...

Gracias por pasar por aquí Arthur y dejar tu comentario, eres bien recibido al igual que el resto, espero verte más amenudo por aquí. Un beso

juanmi dijo...

la noche no dejó rastro, soló pasó de largo, en aquel bosque, susurrando el idilio de los pájaros y las ramas, desnudando las ansias de rescatar tu abrazo de la hojarazca que dormitaba en el suelo. la madrugada no dejó memoria, soló tatuó corazones en cortezas, con letras de fuego, un leve gestó se escapaba por la grieta de aquel cielo, de aquella patría de árboles.
Se despertó y, llenando los baules de horas, echó a volar, quedando el bosque con el tierno silencio de la mañana.