4 de noviembre de 2010

Worth



Caprichosa, egocéntrica, extremista, arrogante, exigente y costosa. Si añadiésemos los adjetivos inflexible y tajante quizá podríamos estar describiéndome, pero por el momento sólo hablamos de mi gran pasión. Hablamos, por supuesto, de la Haute Couture.

Para muchos el término les hará elevar la compostura y para otros encoger los hombros. Este post se centra para éstos últimos. Cuando hablamos de Haute Couture no nos referimos, en absoluto, a la moda, aunque por desgracia son dos términos bastante yuxtapuestos.

Podríamos decir que la moda es la forma de vida encabezada por la Haute Couture, escrita siempre con mayúsculas, por supuesto, sino el dolor de ojos podría ser irreversible. Cachemira, georgette, satín y seda son los discípulos a la orden de los miembros de la Chambre syndicale de la haute couture, materias en bruto deseosos de dejarse hacer para acabar convirtiéndose en el placer y el anhelo de las damas y no tan damas del país galo.

Pero claro, esto es solo conocimiento de elegidos, que nadie dijo que la elegancia y el gusto fuesen cosa de pobres ni que la frivolidad fuese cosa de tontos.

Así al menos se ven las cosas desde 50 metros cuadrados en la calle Serrano. Lo demás es cosa de perdedores.

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