24 de enero de 2007


La sala se encontraba abarrotada de hombres cuales fieras ansiosas por devorar la presa del día, rugiendo de forma estridente entre choques de jarras de alcohol y botas de cuero arañadas, embadurnadas en barro. Desde la puerta era difícil encontrar una mesa que no se encontrara ocupada o simplemente destrozada. Se deslizó hasta la barra sin temor a aquellos rufianes, sorteando cualquier tipo de obstáculos que de forma repentina atravesaban su vista cual proyectil lanzado contra el enemigo. Un trozo de madera agrietada de punta a punta y, encima, numerosos ceniceros ahogados en cerveza, donde finalmente decidió apagar el cigarrillo, no con falta de escrupulosidad.

- Será el último.

Paseó la vista por el bar, ocultando su rostro bajo aquel sombrero masculino que en aquellos momentos le hacía las veces de protector ante la violencia de los babeantes presentes.

- ¿Puedo ayudarle en algo, señor?
- Oh si, por supuesto. Buscaba al señor Ardent, me dijeron que acudía por aquí a menudo.
- Así es, pero el señor Ardent se encuentra en viaje de negocios y no llegará a la ciudad hasta el martes próximo. Si no le urge su presencia conozco una posada donde podría esperarlo.


Por un momento sus planes se vieron truncados, pero los ojos de aquel rechoncho y calvo camarero no les resultaban fiables. Decidió olvidarse de él y del empresario, más tarde habría tiempo suficiente para decidir qué hacer. Necesitaba ir al baño. Aquellas vendas le oprimían de forma considerable el pecho y sus pulmones empezaban a debilitarse. Debería dejar de fumar. Se dirigió hasta el fondo del salón, deteniéndose por unos segundos ante la puerta de los baños y tras reaccionar de forma rápida optó por el de caballeros. Se cercioró de que se encontraba absolutamente sola, y no antes se descalzó, acariciando las ampollas que aquellos pesados botines empezaban a crear en sus tiernos pies.

- Pensaba que por una vez los negocios los emprendería solo...

Sonó el cierre de la puerta, y un hombre alto oculto tras un sombrero oscuro apareció apoyado contra la pared, sostenido sobre su espalda y sus piernas cruzadas.
Levantó la vista de los pies y las dirigió hacia aquella figura, que ahora se encontraba observándola con rostro malévolo, dibujado a trazos de luz y aportándole una tez angelical.

- Deberías de saber, querido, que nunca viajas solo.
- Noelia -

3 comentarios:

juanmi dijo...

enhorabuena por tus palabras querida noelia...

...levantó la vista del teclado gris inalambrico que pulsaba sobre la mesa, y una bella mujer oculta tras su mascara de inocencia maquillada apareció caminando de puntillas a traves del corredor de la oficina.

levantó la vista, y no solo la vista, levantó las manos apartandose del ratón y los números del día, olvidando el ring ring del teléfono, pensando que no era tan nefasto el horario de oficina.
-deberías saber, que hoy hiciste realidad mi sueño.

un beso: juanmi

Arthur dijo...

Buenas Noelia, es como dicen por ahí que hay que hacer lo que uno ve, ó sea, si en una cantina donde hay puros hombres entra una mujer, pues muchos tendrían la baba escurriendose (uy, que feo), por eso yo entiendo que en este mundo hay que sobrevivir como sea.

Es como ley de la selva, el más fuerte mata al más débil.

Saludotes, abrazotes y besotes.

Sweet Dreams, de todo Corazón:
Arthur

Gusthav dijo...

Buenas Noelia, que mujer tan valiente, mirá que entrar a un bar donde hay puros hombres, y algunos de ellos briagos e irrespetuosos.

De verdad que se necesita mucho valor para atreverse una mujer (aunque sea vestida de hombre) para entrar en esa clase de lugares.

Saludos, abrazos y besos.

Nice Day, con toda mi Alma:
Gusthav